miércoles, 8 de octubre de 2008

Diversidad electrónica en el Festival Detour

Fuente: La Opinion , Sergio Burstein

En su tercer año consecutivo, el Festival Detour ofreció una generosa muestra de lo que se cocina actualmente en los calderos de la música alternativa, partiendo de los experimentos estrictamente electrónicos y llegando hasta las propuestas más orgánicas.

Aunque la música electrónica moderna (es decir, la que requiere de un DJ y se basa en loops y programaciones) formó parte de muchas de las actuaciones, los 30 artistas que se dieron cita en las calles de Los Ángeles para el masivo evento del sábado resultaron diversos y ciertamente originales.

El formato más cercano a la electrónica pura se encontró en el cuarto escenario, convenientemente ubicado en la terraza de un impresionante edificio público. Allí se desarrollaron nueve sets exclusivos de disc jockeys.

En los tres escenarios sobrantes, la cuestión electrónica se manejó de manera más moderada, aunque estuvo siempre presente. En las primeras horas de la tarde, Bitter: Sweet (que se inspira en el pop de los 60) se valió de guitarras eléctricas, violines y hasta un arpa, pero también de un DJ. Por su parte, Hercules and Love Affair (en un plan más disco) recurrió a un verdadero arsenal de recursos cibernéticos, pero le dejó mucho espacio a su carismática vocalista y a su entusiasta sección de vientos.

Ni siquiera Black Lips —el combo más apegado a la línea dura y pura del rock’n’roll en el evento— se alejó completamente de lo electrónico, ya que uno de sus guitarristas se encargó de lanzar pistas sonoras desde un aparato secuenciador.

Pero el estilo de esta vibrante banda de Atlanta se orientó claramente hacia la escuela más salvaje del garage sesentero, con canciones que, sin estar libres de melodía y de gancho, le dieron rienda suelta a toda suerte de alaridos, así como a los acordes más estruendosos que se escucharon a lo largo de la jornada.

Sin embargo, lo mejor estaba aún por llegar. Con sus creativas mezclas musicales, el entusiasmo desmedido que pone en cada concierto y su impresionante diversidad de orígenes —el cantante es ucraniano, el guitarrista es israelí, el bajista es etíope y el MC es ecuatoriano—, Gogol Bordello demostró con creces que tiene las herramientas necesarias para convertirse en un grupo legendario.

La banda radicada en Nueva York adopta una línea de fusión semejante a la de Mano Negra, la desaparecida agrupación original de Manu Chao, y para probarlo, interpretó una de sus canciones más conocidas, Mala vida.

El resto de su repertorio combinó ruso, inglés y español (empleado sobre todo por el MC Pedro Erazo) como soporte de unos temas increíblemente festivos y enérgicos, en los que se encontraron no sólo elementos musicales de Europa oriental, sino también ritmos procedentes de la cumbia, el bolero, el reggae y el flamenco.

El cierre de la velada le tocó a Mars Volta, un grupo originario de El Paso que se encuentra dirigido por dos latinos (el cantante chicano Cedrix Bixler-Zavala y el guitarrista boricua Omar Rodríguez López, quienes formaron parte del recordado grupo At the Drive-In)) y que a estas alturas del partido atraviesa probablemente su mejor momento.

Además de contar con una energía desbordante, los miembros del conjunto practican un estilo abrumadoramente intenso. Desprovistos del irreverente sentido del humor de un grupo como Gogol Bordello, los Volta se refugian en otra clase de éxtasis liberador.

Lo suyo se acerca a una psicodelia desenfrenada y eléctrica, ruidosa pero a la vez virtuosa, con evidentes préstamos de Led Zeppelin y de Rush, pero con una clara base jazzera y unos toques latinos que se relacionan con la cultura de sus antepasados.

La formación actual del combo cuenta con tres músicos de origen mexicano, lo que explicó la presencia de la bandera de dicho país sobre la tarima. Además, Brixler-Zavala entonó dos estrofas en español durante la interpretación del tema Viscera Eyes.

Al igual que otras bandas presentes, el núcleo de este grupo se planteó originalmente como un dúo; pero los méritos de la sesión ofrecida por Mars Volta no le pertenecieron únicamente a Brixler-Zavala –dueño de una voz especialmente aguda y distintiva– y a Rodríguez López –cuyos fabulosos solos de guitarra fueron uno de los puntos más altos del evento entero–.

En realidad, todos los que ocuparon el escenario junto a ellos mostraron una interpretación consistente, aunque habría que poner énfasis en el espectacular desempeño del baterista Thomas Pridgen y el tecladista “Ikey’ Owens, dos integrantes del conjunto que cerró el exitoso festival cerca de la medianoche.

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