lunes, 2 de noviembre de 2009

'Three EPs' - Shackleton

Lo que deberían haber sido tres maxis independientes, el jefe de Perlon (Zip) lo unió para darnos uno de los mejores discos (más allá de la electrónica) de lo que llevamos de año y serio aspirante a hacerse con el mismísimo cetro al finalizar su curso. Shackleton se muda a Berlín y un sello alemán poco interesado en el dubstep le publica su primer largo. El tipo, a cambio, les regala un trabajo que explora en lo desconocido y regresa triunfante después de abrir nuevas vías por las que transitará la música del siglo XXI y radiografiar con precisión el sentir de este turbio final de década.




Ese es el resumen de una historia (sonora y emocional) fascinante: 'Three EPs' (Perlon, 09).

Shackleton regresa de entre los muertos (léase Skull Disco) y lo hace con las nalgas bien plantadas sobre su propio trono. Uno que -con calaveras, criaturas del averno y otros motivos tétricos- ha tallado él mismo. Y bajo cuya sombra ha puesto al resto de la producción musical de este año, alzándose como dueño y señor incontestable de un territorio que solo un posible regreso triunfante de Burial puede discutirle. Una dominación esta que venía anunciada de lejos ('Massacre', año 2006), que pocos intuían y que ahora parece totalmente lógica. Conquista basada en los nueve pilares que componen 'Three EPs'. Un disco que, si no perfecto, es tan extraño como difícil y, de una manera definitiva, fascinante.



Deserten ya quienes esperen un álbum de dubstep, podrían sentirse decepcionados. Sí, esta es música sostenida por un bajo, pero va mucho más allá del término en cuestión. En 'Three EPs' ha lugar para el dub, el techno, el deep house, el ambient, el breakbeat y el 2-step; pero, ante todo, tiene cabida la exploración de sonoridades ignotas, el deseo evidente de dar con algo único y personal que solo responda a las razones y deseos del británico. Si existe, la electrónica de autor es esto. Y en ese esto tiene mucho que ver el tratamiento rítmico que se la dan a las canciones.



El bajo, moldeado a gusto, ejerce de nervio central del disco, de arteria que recorren el resto de sonidos en forma de melodías, drones, injertos y atmósferas y, por tanto, hilo conductor de las emociones que desprende 'Three EPs'. Sin embargo, es el ritmo -endiablado, mortecino, chamánico, humano más que orgánico, maniático, acogedor, tocado sobre tronco en el suelo y por lo tanto primitivo, mutante una vez más- el elemento propulsor de las canciones. Ese que las convierte en mundos muy distintos entre sí, con su propio pálpito (acelerado) y una misma manera (lenta; la paciencia es otra de las claves aquí) de morir. Canciones que, siendo un mundo en sí mismas, se muestran como tales (vivas, prodigiosas, laberínticas, atrayentes y, cómo no, misteriosas) y juntas dan lugar a todo un microcosmos único en su especie.



Misterio es la palabra, más allá del pavor que trasmiten algunos pasajes del disco, clave en 'Three EPs'. Misterio en el sentido de incertidumbre (¿qué coño está pasando?) que da lugar a la confusión para de ahí pasar a la desorientación. Misterio como el que envuelve a una nave se pierde en los confines del espacio, a un explorador que penetra en una selva hasta entonces virgen; pero también el que rodea a ese no future de comienzos de siglo (crisis, guerra, hambre, corrupción...) al que nos vemos abocados. De ahí esas voces en penumbra que, cual placebo, repiten frases que parecen sacadas de un manual de auto-ayuda: ''let go'', ''let it be, be, be...''. Ante la que está cayendo, parece decirnos (o criticar) Shackleton, mejor seguir la estrategia del avestruz.




Lo habrán adivinado ya: la de 'Three EPs' es música que se puede bailar, pero principalmente es música que se siente, que tiene un efecto en el oyente que va más allá de lo epidérmico, metiéndose en sus sueños y pesadillas, acariciando los resortes que le ponen a uno en tensión, expectante, dando banda sonora a ese desasosiego (abstracto, sin una razón única) que nos recorre la espira dorsal demasiadas veces a lo largo del día. No importa tanto lo que suena pese a su impacto físico (habrá quien siga prefiriendo el dread-dubstep de anteriores obras, y no pasa nada), sino lo que implica. Y eso, amigos, está al alcance de muy pocos.



Escrito por Zigor Cavero para Spinner



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fuente: phonomonkey.com

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